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jueves, 31 de mayo de 2018

Encuentran en Perú una momia intacta de mil años

Algunas antiguas culturas han dado, en variadas ocasiones a lo largo de la historia, una gran importancia a la conservación de los cadáveres de sus difuntos como parte de sus ritos y costumbres funerarias. El antiguo Egipto es el ejemplo más conocido de cultura que efectuaba la momificación ritual de sus muertos.

Recientemente, se dio a conocer que un equipo de arqueólogos de la Universidad Libre de Bruselas en Bélgica encontró en Perú una momia de cerca de mil años de antigüedad.

Lo curioso del hallazgo, además del cuerpo, es que estaba enterrado en un tipo de ataúd compuesto de algodón.

Creemos que el entierro tuvo lugar entre el año 1000 y 1200 de nuestra era. El difunto está completamente envuelto en un enorme paquete funerario que sirve como ataúd", señaló Peter Eeckhout, director de las excavaciones, en un comunicado.

De acuerdo con el diario peruano La Republica en el pasado en sitios arqueológicos cercanos ya se habían encontrado cuerpos envueltos de forma similar enterrados de cuclillas y en posición fetal.

Los descubrimientos de esta naturaleza son raros, y el estado de conservación [de la momia] es excepcional", indicó Eeckhout.

Con el objetivo de estudiar los detalles de estas momias, el equipo planea estudiarlos con rayos X, tomografía axial, reconstrucción tridimensional y otros métodos no invasivos.

Métodos anticonceptivos del Antiguo Egipto

Sin importar la civilización o la época, un embarazo siempre ha sido la máxima expresión del amor entre un hombre y una mujer. Además al tener descendencia, las parejas aseguraban la continuidad de las costumbres a través de la siguiente generación; lo que ha permitido forjar una cultura.

De esta manera se comenzaría a practicar los primeros tratamientos apoyados en una medicina intuitiva, conjuros y rituales para combatir a los males en la reproducción.

Gracias a la observación, surgían los inicios de la ginecología en el Antiguo Egipto; y con ello sembraron los cimientos de las pruebas de embarazo como también de la anticoncepción.

El descubrimiento estaba en la orina, a través de la cual habían notado la presencia de una hormona que delataba si una mujer estaba encinta o no.

También podían saber el sexo del bebé a través de este método. La guardaban en un recipiente al que le echaban dos tipos de semillas: cebada y trigo; Dependiendo de si brotaba una u otra, sería niño o niña.

Estos conocimientos fueron recogidos en diferentes documentos que se conocen como papiros; los cuales fueron escritos por los sabios, tras la repetición de patrones médicos. A partir de ese momento surgen los primeros estudios sobre la sexualidad y la reproducción. Los egiptólogos hallaron y descifrar algunos como: «Papiro Kahoun» (1.900 a.C) y el Papiro Ebers, (descubierto en 1.800 a.C durante el siglo XIX).

El «test»
Al igual que en la actualidad- también se daban diferentes escenarios en los que un nacimiento podía implicar bien un sinfín de bendiciones para unos; o bien una serie de catastróficos infortunios -entre los que la madre y el niño podían perder la vida durante el embarazo- y sin contar las numerosas complicaciones sociales que se daban por causa de las relaciones extraconyugales.

«En Egipto existían varios tipos de pruebas de embarazo como la exploración del cuerpo femenino –observar el cambio de color de la piel, la hinchazón de pechos, etc.-, que verificaban hasta cierto punto el embarazo», escribió Clara Ramos Bullón en su libro«Breve Historia de la vida cotidiana del Antiguo Egipto: costumbres, cultura, tradiciones».

Los «Papiros de Berlín» conforman la primera documentación que recoge las primeras pruebas de embarazo, el tratado de pediatría más antiguo, así como los peculiares métodos anticonceptivos.

Sin embargo por las razones que fueran, no todas las mujeres estaban dispuestas a recibir la maternidad, y buscarían por todas las formas evitar ese estado. Entre los métodos preventivos más extraños destacó: el uso de tampones bañados en miel, la inserción de heces de cocodrilo en la vagina o también una masa pastosa que resultaba de triturar espinas de acacia ; pues al parecer contenía goma arábiga, la cual actuaba como un potente espermicida.

Clara Ramos Bullón recoge estos hechos curiosos en su obra, donde asimismo relata: «El periodo de lactancia, que podía prolongarse durante un periodo de tres años, reducía la posibilidad de un nuevo embarazo».

Embarazos problemáticos
El camino a la vida entre la concepción y el nacimiento nunca fue ajeno al peligro, tanto para la madre como para el nonato.

Los abortos involuntarios era uno de los mayores miedos de las mujeres encintas; en los que además de perder al bebé ellas quedaban expuestas a la muerte por incontrolables hemorragias. Por esta razón se colgaban amuletos y, se encomendaban a ciertas deidades como: Isis (protectora de la madre y el nonato), y Taweret (diosa de la fertilidad).

En la actualidad, muchos mayores son víctimas del abandono y otros son atendidos por cuidadoras. Sin embargo, en el Antiguo Egipto como en otras civilizaciones los ancianos eran un pilar fundamental para la familia y la sociedad.

Para los egipcios uno de los ritos más importantes, y que le daba algún sentido a la inevitable muerte era la «maat» -un ritual funerario-; y que tenían que llevar a cabo sus descendientes.

De esta manera, las siguientes generaciones permitieron no solo que los ancianos heredaran a la humanidad su sabiduría; sino que las costumbres que crearon identidades colectivas continuaran vivas a través de los siglos.

Encuentran el segundo esqueleto crucificado en la historia

Por motivos sobre los que no es necesario extenderse mucho, sobre todo en los países de ámbito cristiano, la crucifixión es un tormento que aplicaban los antiguos romanos universalmente conocido. Sin embargo, las evidencias arqueológicas de esta dolorosa forma de ejecutar a un condenado son casi inexistentes. Hasta ahora solo se había descubierto un caso, un hombre llamado Yehohanan, que murió de esta forma atroz en el siglo I en Jerusalén, más o menos en la época de Jesús. Su cuerpo fue descubierto en 1968. Sin embargo, en Italia se ha identificado ahora un segundo esqueleto con muestras de haber sido crucificado.

Un artículo publicado recientemente por la revista  Archaeological and Anthropological Sciences narra la historia del segundo crucificado que ha llegado hasta nosotros: se trata del cuerpo de un hombre de unos 30 años, que fue encontrado por casualidad durante unas excavaciones preventivas antes de la construcción de un gasoducto en Gavello, una localidad del norte de Italia, situada cerca del Delta del Po. Durante una década, estos restos han sido analizados por un equipo científico multidisciplinar.

A diferencia del cadáver descubierto en Jerusalén, en este caso no existe ningún dato sobre la identidad del desdichado. Solo que se trata de un cuerpo descubierto en una necrópolis romana en la llamada tumba número 7. "No había ningún otro material ni ningún objeto en la tumba que permitiese una identificación más precisa. Solo se encontró el esqueleto", explican por correo electrónico Ursula Thun y Emanuela Gualdi-Russo, dos profesoras de la Universidad de Ferrara (Italia) que participaron en la investigación y que firman el artículo junto a otros tres autores. Thun es profesora del departamento de Humanidades, experta en prehistoria y antropología, mientras que Gualdi-Russo pertenece al departamento de especialidades biomédicas y quirúrgicas.

Los exámenes llevados a cabo en el cuerpo mostraron una herida en el talón derecho compatible con una crucifixión. Se trata de una lesión circular y transversal. "Como escribimos en el artículo, puede ser el segundo caso investigado que demuestra el uso de clavos en una crucifixión. Se trataba de un castigo muy complejo y no siempre se utilizaban los clavos", explican las profesoras Thun y Gualdi-Russo. "En numerosos casos los condenados eran atados a la cruz utilizando sogas en vez de clavos, pero de esto no hay evidencias arqueológicas", agregan.

Solo la movilización de un equipo multidisciplinar de dos universidades, las de Ferrara y Florencia, ha permitido llegar a esta conclusión porque era necesario mezclar los conocimientos históricos sobre la forma en que los romanos aplicaban este suplicio con los estudios antropológicos, para determinar qué puede causar ciertas lesiones en un hueso, en esta ocasión un clavo. En el caso del cuerpo descubierto en Jerusalén en 1968 todo fue mucho más claro porque entonces apareció no solo el clavo fundido después de 20 siglos con el hueso del talón, sino también pequeños restos de la madera de olivo con la que fue construida la cruz.

Rebelión de Espartaco

Aunque se han barajado muchas hipótesis, entre otras que se pensaba que los clavos de un crucificado tenían propiedades curativas y, por lo tanto, eran muy codiciados, sigue siendo un misterio el motivo por el que se han descubierto tan pocos cadáveres de víctimas de esta condena a muerte, tan común sin embargo en la antigua Roma. Como escribió en un artículo en la revista de  Biblical Archeology Society Vassilios Tzaferis, el arqueólogo que descubrió el cuerpo de Yehohanan: "Si nos basamos en fuentes literarias antiguas, sabemos que decenas de miles de personas fueron crucificadas durante el Imperio romano. Sólo en Palestina, fueron miles. Sin embargo, hasta 1968 ni una sola víctima de esta horrible forma ejecución ha sido recuperada por la arqueología".

La crucifixión no era un castigo romano: fue ampliamente practicada por asirios, fenicios y persas durante el primer milenio antes de Cristo. "Al final del primer siglo antes de Cristo, Roma adoptó la crucifixión como pena oficial para ciudadanos no romanos para algunas transgresiones. Al principio no era una forma de ejecución, sino un castigo", escribe Tzaferis en el mismo artículo. Recuerda que Flavio Josefo habla de 800 víctimas crucificadas en un solo día durante la revuelta judía del año 7 de nuestra era y apunta que, en 71AC, 6.000 supervivientes de la rebelión de esclavos de Espartaco fueron sometidos al tormento de la cruz. Por no hablar, claro, de la muerte de Jesucristo. Sin embargo, la arqueología, hasta 1968 y 2018, había guardado un silencio sepulcral.

lunes, 14 de mayo de 2018

Hallan en Egipto la tumba del general del faraón Ramsés II


No es una novedad que Egipto y sus faraones llevan captando adictos a la historia y la arquelogía desde hace siglos. Y es que parece que la tierra de los faraones siempre tiene algo nuevo que ofrecer. Que a día de hoy todavía yacen sepultados bajo las arenas de su desierto, a la espera, algunos importantísimos restos de esta embelesante y antigua sociedad. Así lo demuestra el reciente hallazgo de la tumba del general del gran ejército del faraón de la XIX dinastía Ramsés II: Iwerkhy.

Según la revista National Geographic, el enterramiento ha sido descubierto al sur de la pirámide de Unis, ubicada en el desierto de Saqqara, por un grupo de investigadores de la Universidad de El Cairo. A pesar de que la tumba aún no ha sido completamente excavada, en su interior se han encontrado numerosas piezas que delatan el alto rango que ocupaban Iwerkhy y su familia dentro de la sociedad egipcia. En el enterramiento también han aparecido los nombres de su hijo y de su nieto, lo que hace pensar que podría tratarse de una tumba familiar.

Según la directora de la investigación, Ola el Aguizy, la tumba parece tener el mismo estilo que otros enterramientos de la XIX dinastía. Estas construcciones se caracterizaban por contar con un patio delantero, una sala con estatuas y unos almacenes adyacentes con paredes enyesadas y techos abovedados, un patio rodeado de columnas y unas capillas occidentales que aún no han sido excavadas.

En la sala de las estatuas aparece grabada en la piedra la vida de Iwerkhy. Allí se encuentran escenas de guerra, se muestra el amarre de barcos o la entrega de jarras de vino de Canaán. Entre los restos encontrados también ha aparecido un bloque de caliza con figuras pintadas en relieve en el que aparece representada una vía navegable infestada de cocodrilos, además de carros de guerra y una especie de fuerzas policiales conformadas por nubios.

Hallan el 'casco de la diosa Atenea' en el sudoeste de Rusia

Un casco de bronce perteneciente a la época clásica de la antigua Grecia ha sido descubierto durante la excavación de un túmulo del siglo V a. de C. en el sudoeste de Rusia, informa RIA Novosti.

El casco hallado en la península de Tamán (región de Krasnodar) es de tipo corintio y data del primer cuarto del siglo V a. de C.

Es el único casco corintio descubierto dentro de las fronteras actuales de Rusia, y es igual al que llevaban el político ateniense Pericles y la diosa Atenea en las representaciones de los escultores griegos clásicos.

La excavada tumba de un guerrero. / Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias rusa
"Nunca antes se habían descubierto este tipo de cascos en las polis griegas del norte del mar Negro", aseguró Román Mimojod, director de la expedición.

Los arqueólogos creen que el casco pertenecía a un guerrero enterrado cerca de un lugar de batalla en esa península, donde estaban situadas dos colonias griegas.

"El casco indica su estatus de ciudadano de pleno derecho de una de las polis del Bósforo [Crimeo] y evidencia cierto nivel del bienestar", comentó Vladímir Kuznetsov, jefe del departamento de arqueología clásica del Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias de Rusia.

La expedición lleva más de dos años excavando una necrópolis en el sudoeste de la península. Han investigado más de 600 túmulos de guerreros enterrados con armas y caballos.

El casco corintio hallado en la península de Tamán (Rusia). / Instituto de Arqueología de la Academia de Ciencias rusa.

Los astures dominaban la actividad metalúrgica antes de la llegada de Roma


Los astures dominaban la minería metalúrgica. Así de claro lo expuso ayer el doctor en arqueología Rubén Montes en las conclusiones que presentaron en el Aula del Oro de Belmonte de Miranda tras las investigaciones arqueológicas realizadas en el entorno del castro de Pena Aguda, datado ya como uno de los más antiguos de Asturias, entre los años 850 y 500 a. C. Una actividad metalúrgica que ahora investigan si está en relación con la minería aurífera que tiempo después explotaron los romanos y aún continúa en la actualidad.

"Hay una indudable actividad metalúrgica, lo más llamativo que hemos encontrado son moldes de fundición o un punzón de cobre, y tenemos claro que esta actividad no convivió con la mayor explotación minera de la zona, en época romana, por lo tanto, ¿hasta qué punto hay una relación entre la actual minería local y qué tiene que ver con la metalúrgica? Vamos a ver ahora si hay materiales auríferos", señaló Montes, junto con el catedrático de Arqueología Miguel Ángel de Blas, y el arqueólogo del Museo Arqueológico de Asturias Ángel Villa.

Montes también indicó que están a la espera de obtener más datos sobre el castro de Pena Aguda, que ahora se encuentran en estudio en laboratorio, como el resultado del análisis de los pólenes y semillas, la fauna consumida o las técnicas metalúrgicas y metales empleados. Además han realizado una exploración con geo-rádar tras el ofrecimiento de la Universidad de Marburg (Alemania), que ha localizado tramos monumentales de fosos defensivos.

La investigación arqueológica ha sido promovida por la Fundación Valdés-Salas con el patrocinio de Orovalle Minerals y la colaboración del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Continuarán el próximo verano con el proyecto "Beriso" en el castro de Alava (Salas). Un espacio donde se han recuperado materiales arqueológicos de gran antigüedad y con una privilegiada posición geográfica que hacen sospechar a los investigadores que hubo una larga ocupación, que sitúan durante un milenio. "El objetivo de Beriso es ampliar el conocimiento sobre las poblaciones mineras más remotas, su tecnología y su hábitat, así como explorar el potencial de los yacimientos como producto cultural y las actuaciones necesarias para su rentabilización turística", explicó Joaquín Lorences, vicepresidente de la Fundación.

Así es que los astures que vivían en Pena Aguda lo hicieron durante la primera mitad del primer milenio antes de Cristo y tuvieron actividad metalúrgica previa a la llegada de los romanos en busca de oro para acuñar moneda. Un pasado desconocido que ahora investigan los arqueólogos para dar con la piedra fundacional de la minería en Asturias.

Arqueólogos españoles estudian el templo de Ramsés III


Los mensajes del faraón no están escritos en Twiter o Watshap sino en piedra. Se componen de jeroglíficos y de imágenes y contienen información religiosa e histórica. Pero hay que saber leerlos. A entender lo que quiso transmitir Ramsés III (Rameses en la grafía que prefieren los egiptólogos), el último gran rey del Imperio Nuevo, en las escenas e inscripciones en los muros de su templo de Medinet Habu, en la actual Luxor, y a dilucidar qué hay de rigurosamente histórico en sus mensajes, han dedicado su esfuerzo los estudiosos catalanes Salvador Costa y Teresa Magadán, que publican ahora en un libro su trabajo.

Rameses III como garante de Maat, las dos estelas del año 12 en Medinet Habu (editado por la librería de egiptología Mizar), es un fascinante estudio de las dos estelas del título, situadas a la entrada del templo, en el primer pilón, y de numerosas escenas representadas en el edificio en las que se despliegan visualmente batallas, desfiles, ceremonias y rituales. Entre las imágenes, algunas tremendamente dramáticas: carros de guerra en pleno ataque, ejércitos en marcha armados hasta los dientes, enfrentamientos navales, prisioneros marcados a fuego con el nombre del faraón o escribas contando minuciosamente montañas de manos y penes cortados (2.175) al enemigo para contabilizar sus pérdidas.

Ramsés III (reinado del 1195 antes de Cristo al 1164 a. C.) es el segundo faraón de la XX Dinastía del Imperio Nuevo egipcio. Su padre Setnajt, un general sin ascendencia real, fundó la nueva línea dinástica tras la muerte de la reina Tausert y reinó cuatro años durante los que incorporó a su hijo al poder. El tercer Ramsés, que estuvo en el trono la friolera de 31 años y 49 días, tuvo dos reinas principales, Isis ta-Hemdjeret y la conocida solo como Reina X, que le dieron diez hijos varones, tres de los cuales reinaron después de su padre. Entre los hechos más famosos de su reinado figuran varias invasiones de pueblos enemigos de Egipto, una huelga de los trabajadores de Deir el-Medina (los constructores de las tumbas de la necrópolis tebana) y una conspiración palaciega, con ramificaciones en el harén.

El mismo día de su coronación en Karnak, Ramsés III ordenó la construcción de su templo funerario (un concepto que discuten Costa y Magadán) en Medinet Habu, en Tebas (hoy Luxor), diseñado para emular el Rameseum de Ramsés II. La construcción y decoración del templo, uno de los mejor conservados de Egipto (el mejor de época ramésida, con incluso restos de policromía) y cuya visita es una experiencia magnífica, duró 12 años. El edificio, que atendían 150 sacerdotes, está rodeado por murallas y consta de instalaciones administrativas y religiosas y un pequeño palacio. La decoración incluye además de escenas y textos puramente religiosos otra larga cantidad que son de cariz conmemorativo y que constituyen una de las fuentes principales para la historia del reinado de Ramsés III.

El faraón tiene tumba en el Valle de los Reyes, la KV 11 decorada con los famosos arpistas (de los que ha tomado nombre) y su momia, hallada en la cachette de Deir el-Bahari en 1871, se exhibe en el Museo Egipcio de El Cairo. Ramsés III libró tres campañas defensivas, dos contra los libios y una contra los denominados Pueblos del Mar. De esas tres guerras victoriosas aparecen muchos episodios en Medinet Habu. “Algunas de las batallas que vemos son reales y otras no”, precisa Salvador Costa, que recuerda que las guerras que libró Ramsés III, aunque él trate de presentarlas con la gloria de las campañas de expansión imperial de Seti I o Ramsés II, fueron puramente defensivas.

Pese a que de las escenas de Medinet Habu puede extraerse muchísima información histórica sobre la forma de hacer la guerra de la época y sobre los enemigos de Egipto, la intención de esas representaciones y otras, recalca Costa, era mostrar al faraón como garante del orden cósmico (Maat), derrotando al caos y a los peligros que acechaban al país.

Entre las imágenes, algunas tremendamente dramáticas: carros de guerra en pleno ataque, ejércitos en marcha armados hasta los dientes, enfrentamientos navales, prisioneros marcados a fuego...

Sorprenden los detalles del armamento en los relieves, concienzudamente documentados y analizados por Costa y Magadán. Se aprecian por ejemplo las espadas de tipo micénico que llevan las tribus de los Pueblos del Mar y también algunos combatientes libios, los mashauash, cuyo jefe Mesher aparece capturado, con esposas de madera y luciendo un curioso estuche fálico, o los palos arrojadizos “bastones de serpiente” que cargan las tropas auxiliares del faraón.

El estudioso señala que lo de” templo funerario” es un concepto que llama a equívoco. Los egipcios los denominaban “templos de millones de años” y eran construidos en vida del faraón para mayor gloria de este. Su construcción en la orilla oeste de Tebas, en la zona de las necrópolis –en la que además vivía gente y se construyeron complejos residenciales como el palacio de Malkata, de Amenofis III- ha hecho que se los vea como monumentos funerarios.

¿Qué había allí dentro? “Un elemento básico del culto en el templo era la barca procesional de la tríada tebana, la del rey y las de otras divinidades. Esas barcas se desplazaban en los diversos festivales como el Opet y el del Valle y eran adoradas durante las procesiones”. ¿Y qué pasaba en el interior de un templo como el de Medinet Habu? “Buena pregunta. El primer patio era una plaza pública, en la que no entraba todo el mundo, por supuesto. Ahí ofrecía audiencias el rey desde una ventana que comunicaba con su palacio. A veces aparecía en carro en el patio para que se le homenajeara. Tras el segundo pilón, empezaba propiamente el templo. Tenía una parte descubierta, el segundo patio, y otra cubierta, el dominio de los dioses. De aquí salían las divinidades que se guardaban dentro y eran recibidas por el rey y partían de procesión. En el interior del templo estaban, por ejemplo, las salas del tesoro, donde se depositaban un gran número de bienes muebles, incluidos materiales costosos (esencias olorosas, oro, plata, cobre, etc.), para ser destinados al culto, así como a la manutención de tales instituciones piadosas; así como, los santuarios destinadas a albergar las barcas procesiones de las divinidades más importantes de la monarquía y las salas donde se desarrollaban ritos relacionados con la renovación del monarca, que necesitaba regenerar su vigor, su poder, su capacidad de Horus para garantizar la Maat. Esa reciprocidad del faraón recargándose y retroalimentando al cosmos puede verse por toda la iconografía del templo. El ritual en concreto que se desarrollaba en los templos no lo conocemos porque estaba escrito en papiros. Vemos escenas en los muros en que el sacerdote está leyendo ese papiro pero es como tener la foto sin el texto.

Costa utiliza una comparación impactante para explicar un templo “no funerario” como el de Medinet Habu: el Valle de los caídos. “¿Qué es? En parte monasterio, porque tiene monjes; ¿templo estrictamente funerario?, no, aunque esté enterrado Franco. ¿Templo de culto?, sí, porque el hecho que esté Franco lo hace además de alguna manera divino para los franquistas. ¿Construido por esclavos?, sí, aunque el régimen no era esclavista, los prisioneros de guerra eran tratados como esclavos”. Costa matiza que Ramsés III no era como Franco, aunque apunta que no mitifica a los faraones, vértices de una teocracia.

¿Nos sorprendería mucho ver lo que pasaba en un templo egipcio? Seguro que sí. Como el ritual estaba escrito sobre papiro, desconocemos muchos de los ritos que se realizaban en su interior. Sin embargo, habría cosas que nos resultarían familiares; hay muchos elementos de la iconografía religiosa cristiana que vienen del Antiguo Egipto, la Virgen y el niño, por ejemplo; las formas son diferentes pero hay contenidos parecidos”.

De la conjura dice que no sabemos si el faraón murió a resultas de ella. La momia presenta un corte en el cuello pero no está claro si se le hizo antes o después de morir, durante la momificación. “Si lo asesinaron es raro que no mataran también a su sucesor legítimo, su hijo Ramsés IV. Yo creo que fue un intento que no llegó a buen puerto. Sabemos que hubo un juicio sumario, se ejecutó a diversas personas y otras cinco fueron condenadas a suicidarse”.

Medinet Habu “se conserva muy bien, aunque hay fragmentos de escenas picados por los coptos, y es una visita imprescindible si vas a Luxor”, pero no va a arrojar en principio grandes hallazgos arqueológicos. “Está estudiado y publicado, no es como el templo de millón de años de Tutmosis III que excava Miriam Seco y donde están apareciendo estelas y tumbas”. A Costa (Barcelona, 1955), que trabaja sobre todo leyendo textos e imágenes le ofrecieron colaborar en un proyecto de excavación, pero dijo que no: “Físicamente no estoy para hacer de Indiana Jones”. Tampoco es de los que se plantea descubrir misterios, sino “entender la mentalidad de los antiguos egipcios”.