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domingo, 29 de abril de 2018

Hallan restos del mayor sacrificio de niños en Perú

En el acantilado de una barriada de la desértica costa norte peruana, a pocos metros del océano Pacífico y de la ciudad precolombina de barro más grande de América Latina, un grupo de investigadores ha descubierto evidencia de lo que podría ser el mayor sacrificio humano de menores de edad en el continente y el mundo.

Así lo confirmó Gabriel Prieto, profesor peruano de arqueología de la Universidad Nacional de Trujillo, quien lidera el proyecto junto al antropólogo y físico estadounidense John Verano, de la Universidad de Tulane.

La noticia del hallazgo de los restos humanos de 140 niños de entre 5 y 14 años y de 200 llamas menores de 9 meses fue reportada el último jueves por primera vez por National Geographic, que financia la investigación.

Las excavaciones se realizaron entre 2011 y 2016 en una barriada de pescadores cerca de la playa Huanchaco, frecuentada por surfistas internacionales.

Prieto relató que a partir de lo investigado, el sacrificio de los niños podría haber ocurrido durante la presencia del fenómeno climático conocido como “El Niño”, caracterizado por el calentamiento de las aguas del océano que provocan potentes lluvias, desbordes de ríos e inundaciones.

Éste tiene siglos de presencia en la costa del Pacífico y se han documentado evidencias de su paso incluso 1.500 años antes de Cristo precisamente en los valles costeros de la actual zona norte de Perú. En 2017, dejó más de un centenar de muertos en la costa norte de Perú.

“Entonces en ese contexto, como un método de apaciguar a los dioses se decide llevar (a los niños) en procesión desde la ciudad de barro de Chan Chan, a 1,5 km de distancia, hasta este lugar abierto que era un lugar bastante público junto al mar y es muy intencional que se haga el sacrificio en este lugar abierto posiblemente a una divinidad del mar”, dijo Prieto.

Los investigadores sometieron a los restos óseos a más de 20 pruebas de radiocarbono y “todos los fechados son bastante consistentes entre los años 1400 y 1450”, añadió el peruano.

El suceso ocurrió en una zona de influencia del imperio Chimú, que dominaba casi la mitad de la costa del actual Perú y que ese mismo siglo fue conquistado por el imperio Inca.

Jaime Castillo, profesor de arqueología de la Pontificia Universidad Católica de Perú, que fue maestro de Prieto pero no está involucrado en el proyecto, calificó de “importante” e “interesante” el hallazgo. “En adelante se comenzarán a responder preguntas cuando se concluyan los análisis completos a nivel genético”, dijo.

Los arqueólogos han encontrado huellas de niños sobre el barro que llevan hasta el lugar de su muerte, así como de los adultos que los llevaron, de las llamas que fueron sacrificadas y de perros que acompañaron esta marcha hacia el lugar del sacrificio pero que no fueron muertos.

Los niños asesinados quedaron enterrados mirando al mar, mientras las llamas en dirección opuesta, hacia la cordillera de los Andes.

El antropólogo John Verano analizó las osamentas de los niños y halló un patrón: tenían un corte en el esternón realizado probablemente con un cuchillo ceremonial de metal.

Si hubiesen sobrevivido, “el hueso se hubiese regenerado, pero no ocurrió. Se halló el corte y la muerte. Es una muestra que los niños fueron sacrificados”, dijo Prieto.

Los rostros de los niños fueron untados con una sustancia roja que contenía cinabrio -mineral compuesto de azufre y mercurio- y tras cortarles el esternón les abrieron la caja torácica posiblemente para extraerles el corazón.

Los científicos seguirán tratando de definir por qué fueron sacrificados los niños, pero mientras hallan una respuesta concreta se seguirá atribuyendo a las lluvias.

“Posiblemente ofrendaron lo más importante que tenían como sociedad y lo más importante es el futuro, los niños, y las llamas eran animales muy importantes en su economía porque en esa época no había caballos ni otras bestias de carga”, dijo Prieto.

Jeffrey Quilter, director del museo Peabody de la Universidad de Harvard, manifestó a través de un correo electrónico: “Hasta donde yo sé, es, de hecho, el sacrificio ritual más grande de niños encontrados arqueológicamente... Este hallazgo proporciona evidencia concreta de que los sacrificios de niños a gran escala ocurrieron en el antiguo Perú”.

Quilter investiga el ADN de los restos para ver si algunos de los niños estaban relacionados entre sí. También estudia los isótopos estables para identificar los lugares del imperio Chimú desde donde fueron traídos para el sacrificio y busca explorar si el fenómeno de El Niño y el sacrificio colectivo sí coinciden.

De acuerdo a los investigadores, han sido reportados otros casos de sacrificios humanos de niños en México, en la antigua ciudad de Cartago e incluso en los glaciares de los Andes, pero ninguno de esta magnitud.

Castillo afirma que el hallazgo ocurrido en un sector de la costa norte peruana demuestra que un sitio arqueológico no tiene que ser espectacular como Machu Picchu o las líneas de Nazca para mostrar el potencial que tienen para redescubrir la historia del Perú y de la humanidad.

“Este sitio rodeado de casas en una duna de arena nos puede contar uno de los episodios más macabros y al mismo tiempo más oscuros de nuestra historia, pero que es parte de nuestra herencia cultural”, dijo.

La Cultura Chimú se cree que sucedió a la Cultura Mochica alrededor de 700 a.C.. Su principal sede administrativa era la gran ciudad de Chan Chan, cerca de Trujillo, en el norte de Perú, compuesta por miles de edificios y un laberinto de calles y callejones.

Chan Chan, que fue tal vez el hogar de unas 60.000 personas en su apogeo, fue una de las ciudades más grandes de la América del Sur precolombina, y la mayor ciudad de adobe en el mundo.

En 1470, Chan Chan fue conquistada por los Incas, quienes luego procedieron a tomar sus artesanías para llevarlas a su capital Cusco.

Sin embargo, unos 50 años más tarde los incas fueron derrotados por los conquistadores españoles, quienes posteriormente saquearon la ciudad.

Lamentablemente, la ciudad, declarada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, sigue siendo erosionada por la lluvia.

Los pobladores de la cultura Chimú  adoraban a la Luna debido a su creencia de que  influía sobre el crecimiento de las plantas, las mareas y a su utilización como marcador del tiempo.

Creían descender de cuatro estrellas: de las dos mayores descendían los nobles y la gente común de las otras dos.

Creían que el alma de los difuntos iba hasta la orilla del mar, desde donde era transportada por los lobos marinos hacia su última morada en las islas.

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