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martes, 25 de abril de 2017

El legado de la expedición Kon-Tiki

Este jueves se cumplirán 70 años desde que la legendaria y frágil balsa "Kon-Tiki", comandada por el aventurero noruego Thor Heyerdahl, zarpó desde el Callao rumbo a la Polinesia. El objetivo: probar su teoría de que el poblamiento de la Polinesia, y especialmente Rapa Nui, había sido hecho desde el continente americano. Pese al tiempo transcurrido, su proeza marcó un hito en lo que a exploración se refiere. "Inspiró a distintos investigadores a hacerse preguntas sobre nuestra herencia marítima y a realizar experimentos con réplicas de antiguas embarcaciones a un nivel que no se había hecho previamente", asegura a "El Mercurio" Reidar Solsvik, curador del museo Kon-Tiki, en Oslo, Noruega. "Uno podría decir que la arqueología experimental marítima es, en cierta forma, resultado de las expediciones Kon-Tiki y Ra 2 (que atravesó el Atlántico) de Heyerdahl", sostiene. La nave se basó en las embarcaciones precolombinas peruanas. El viaje de casi 7 mil kilómetros chocó con un arrecife en el atolón de Raroia, islas Tuamotu (Polinesia Francesa) el 7 de agosto de 1947. "Fue algo increíble atravesar el Pacífico en esa época y también convencer a auspiciadores de que lo apoyaran para realizar esa locura", destaca el arqueólogo chileno José Miguel Ramírez, quien es investigador del Centro de Estudios Avanzados de la U. de Playa Ancha. Heyerdahl completó su objetivo y se transformó en figura mundial. Incluso el documental que filmó de la expedición ganó un Oscar. El engaño Este primer experimento condujo a otras expediciones arqueológicas, primero a Galápagos en 1953 y luego a Isla de Pascua y otras islas del Pacífico en 1955. "En particular, las excavaciones que hizo en Isla de Pascua, las primeras hechas por arqueólogos profesionales, sentaron las bases para toda la investigación posterior que se ha hecho allí", afirma Solsvik. Fue una expedición extraordinaria, coincide Ramírez, quien trabajó con Heyerdahl en su segunda campaña a Rapa Nui, entre 1987 y 1988. "Él la organizó, consiguió el barco y trajo a cinco arqueólogos, incluyendo a William Malloy, gran pionero en revelar la isla al mundo". Heyerdahl nunca pudo probar el poblamiento de la Polinesia por pueblos precolombinos. "Creía ver similitudes en elementos aislados de ambas culturas, como algunas esculturas, pero no tenían nada en común", dice Ramírez. La evidencia más reciente apunta a que, en realidad, los colonizadores de isla de Pascua llegaron no en frágiles balsas, sino que en catamaranes, mucho más resistentes. "Toda la evidencia científica, especialmente biológica gracias a los análisis de ADN, y lingüística apunta a que pueblos que estaban más hacia el oeste fueron los que llegaron a Rapa Nui y, eventualmente, pudieron alcanzar la costa americana", asegura el arqueólogo chileno. Esos pueblos habrían procedido de las islas Salomón y Santa Cruz, que a su vez, por análisis de su lenguaje y rasgos físicos, podrían llevar su origen a la isla de Taiwán. El aventurero noruego se mantuvo firme en sus creencias hasta su muerte, en 2002. Ramírez cuenta que incluso durante la expedición de 1955, algunos isleños le hicieron un montaje espectacular. "Le armaron dos cuevas que llenaron con figuras pequeñas a las que envejecieron". Heyerdahl se fue convencido de que había una semejanza entre las figuras vistas en América y las pascuenses. Los arqueólogos que trabajaron con él le tenían tanto aprecio que nunca quisieron dejarlo en vergüenza. "Chile le debe mucho, prácticamente nadie se había interesado en la isla antes". Los aciertos de Heyerdahl superan a los errores, considera Solsvik. "Él aseguraba que una balsa podía navegar por el océano abierto y alcanzar las islas del Pacífico, y en eso estuvo en lo correcto". Además, contribuyó a reinterpretar las tradiciones marítimas peruanas y ecuatorianas precolombinas. "Hoy sabemos que esos pueblos utilizaron balsas para un intercambio comercial extensivo por parte de la costa sudamericana", explica Solsvik.

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