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lunes, 20 de noviembre de 2017

El último vestigio de la doble muralla de Barcino

La muralla romana de Barcelona es hoy visible en varios puntos de la ciudad, pero hay un lugar que ofrece una visión única, al ser, casi literalmente, un túnel del tiempo a Barcino. Se encuentra en un principal de la calle Avinyó, en el número 19, en la sede de la Associació Excursionista d’Etnografia i Folklore (AEEF). Allí, entre dianas para practicar el tiro con arco y otros enseres de esta entidad, se puede admirar un paño del muro defensivo y, justo detrás, un pasillo en el que una de las paredes corresponde a la muralla fundacional de la ciudad romana, y la otra, a la que se erigió unos siglos después como refuerzo de la primera.

En efecto, la Barcelona romana tuvo dos murallas. Una primera fue construida en el siglo I antes de Jesucristo, y más tarde, en el siglo IV dC, se levantó una mayor. Se hizo con urgencia, posiblemente a causa de algún ataque o amenaza, como demuestra que se utilizara para esta segunda todo el material a mano, incluidas las piedras de los monumentos.

En el relleno entre los dos muros, los arqueólogos han encontrado bustos y otros trozos de estatuas, que fueron sacrificadas para tal menester. Esta segunda muralla, con torres cuadrangulares, es la que hoy puede apreciarse junto a la catedral y en otros puntos del Barri Gòtic.

Más tarde, en la Edad Media, cuando la vieja muralla romana quedó obsoleta y superada por otras defensas más amplias, se utilizó como pared medianera de edificios y viviendas. Sus propietarios aprovecharon entonces para retirar el relleno entre ambas murallas y ampliar así sus casas. Y esto es lo que puede admirarse en la AEEF si uno concierta previamente una cita con Cristina o Núria Lloré, que lo enseñan encantadas por ser parte del enorme legado arqueológico que su padre ayudó a preservar.

Y es que Barcelona está en deuda con el ya fallecido Alfred Lloré, uno de los primeros socios de esta entidad excursionista –fundada en 1945 y pionera del tiro con arco– y además un gran aficionado a la arqueología. Por ello, fue un apreciado colaborador del Museu d’Història de Barcelona (MUHBA).

Su gran afición era espiar las obras que se hacían en la ciudad y si identificaba la presencia de restos antiguos alertaba al museo, que así podía documentar los hallazgos. Él mismo participaba entusiasmado en muchas de las excavaciones.

En 1957 descubrió la existencia de parte de la muralla en la sede de la AEEF, escondida tras el revocado. Más tarde localizó el pasillo abierto en la Edad Media donde se unen las dos murallas romanas. Un privilegio y un viaje por la historia poder transitar por él.

Fuente: lavanguardia.com

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