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miércoles, 6 de diciembre de 2017

Exponen resultados de una excavación española en Egipto

Tras 5 años de excavaciones en Luxor, egiptólogos españoles identificaron al propietario de la tumba TT209, que es más antigua de lo esperado y que, sin haberlo previsto, ayudará a conocer cómo eran las lluvias en Tebas en el primer milenio.

Una tumba del Periodo Tardío situada en la orilla occidental de Luxor, que es distinta a lo que se esperaba por su original arquitectura y que, según sus estudios, es la construcción más antigua que se conoce actualmente de la Dinastía XXV.

Así lo explica Miguel Ángel Molinero, director del proyecto Dos Cero Nueve y profesor del Departamento de Prehistoria, Arqueología e Historia Antigua de la Facultad de Humanidades de la Universidad de La Laguna (Tenerife, islas Canarias).

Las excavaciones permitieron corregir la datación de la tumba, que ahora puede ser atribuida a esa Dinastía (c. 747 a 664 a.C.), originaria de la ciudad-estado de Napata (Kush), y el nombre y los títulos de su propietario nubio, Nisemro, el “supervisor del sello”.

La TT209 fue construida en la ladera norte del wadi Hatasun, que nace en el valle de los Colores y entra en el del Nilo junto al muro meridional de la “Mansión de millones de años” de Ramsés II.

“La información disponible sobre el yacimiento antes de iniciarse la primera campaña de nuestro proyecto era muy escasa. Del grupo de tumbas tebanas tardías de tamaño medio, era una de las menos conocidas”, relata Molinero.

La primera actuación sobre el terreno fue en julio de 2012 y cuando empezaron el trabajo de campo la tumba ya no se veía.

“Identificamos dónde estaba por referencias antiguas. Estaba completamente sepultada por riadas recientes del wadi, las basuras caídas desde la aldea de Hurubat y algunos escombros del momento de la demolición de sus casas”, pues la población local fue desplazada de allí cinco años antes.

Lo que no esperaban los egiptólogos era que al excavar los sedimentos que cubrían la tumba constatasen que no habían entrado por el viento ni por la acción de seres humanos, sino por riadas producidas por lluvias procedentes de la montaña tebana, en época antigua.

Por ello, el trabajo con la estratigrafía ha consistido en identificar cómo el agua de la lluvia ha entrado en el recinto durante siglos.

Desde la segunda campaña, la excavación en el exterior de la tumba se ha abierto en dirección al centro del wadi para ampliar la información acerca del comportamiento y el régimen hídrico de las aguas que circulaban -y aún lo hacen- periódicamente por el cauce.

La última campaña se ha dedicado al análisis de los sedimentos dentro de la tumba, estudiar cómo entraban y crear planimetrías de cada inundación, con lo que los egiptólogos cuentan con una documentación muy precisa de en torno a unas 50 riadas, que son otras tantas lluvias caídas en el desierto tebano.

Lo que se conocía como TT209 comprende las cámaras subterráneas de un complejo bastante más amplio con edificios en superficie y otra parte excavada en la roca.

Pero además, la carencia más significativa era la de un verdadero nombre para el propietario de la tumba ya que desde la década de 1950 se le conocía como Seremhatrekhyt, pero en la actualidad se sabe que este término es un título y, por tanto, se trataba de uno de los cargos que desempeñaba quien encargó la construcción del complejo funerario, pero no era su nombre.

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